Diario estadounidense dice que cifra de muertes en Ecuador sería 15 veces más alta que el registro oficial
Ecuador ha sido devastado por el coronavirus: queda claro con los cuerpos abandonados en las aceras, desplomados en las sillas de ruedas, puestos en ataúdes de cartón y apilados por centenas en las morgues.
Pero la epidemia es incluso peor de lo que muchos ecuatorianos creen.
La pandemia ha dejado una cifra de fallecimientos en Ecuador que es al menos 15 veces más alta que la cantidad oficial reportada por el gobierno, según indica un análisis de los datos de mortalidad realizado por el periódico estadounidense The New York Times.
Los números sugieren que el país sudamericano sufre uno de los peores brotes del mundo.
Las cifras son un terrible indicador del daño que el virus puede hacerle a los países en desarrollo, donde rápidamente puede llegar a abrumar los sistemas de salud e incluso la capacidad del gobierno de llevar el registro de cuántas personas sucumben a causa del virus.
Una cantidad pasmosa de personas murió —aproximadamente 7600 más que el promedio en los últimos años— en Ecuador del 1 de marzo al 15 de abril, según el análisis del Times de los datos oficiales de registro de defunciones.
Ese aumento contrasta con la cantidad de muertes que el gobierno ha atribuido oficialmente al coronavirus: para el 15 de abril, 503 personas.
Los datos de mortalidad en medio de una pandemia son inexactos, y pueden cambiar. Las muertes adicionales incluyen aquellas provocadas por la COVID-19 y también las defunciones por otras causas, como las de personas que no pudieron recibir atención porque los hospitales estaban rebasados por pacientes del coronavirus.
Sin embargo, los datos apuntan a un enorme, y repentino, aumento de muertes. Durante las dos primeras semanas de abril, cuando la cantidad de enfermos alcanzó un pico, el número de personas que murieron en Ecuador fue tres veces mayor de lo habitual; un aumento extraordinario que supera lo observado en datos similares de España y el Reino Unido.
En Guayaquil, durante las primeras dos semanas de abril, las muertes aumentaron ocho veces más de lo habitual, un número que indicaría un aumento porcentual mucho mayor que el de Nueva York, donde las muertes se cuadruplicaron en las últimas semanas.
A las pocas semanas de haberse identificado el primer caso, los hospitales de Guayaquil estaban desbordados y los servicios funerarios colapsaron por la demanda, lo que provocó que los cuerpos se amontonaran en las calles y llevó a las familias a enterrar a sus seres queridos en ataúdes hechos de cartón.
La ola de defunciones es aún más inquietante porque es imposible de explicar. No hay una razón obvia por la cual Ecuador esté más afectado que otros países: su población es relativamente joven, y la mayoría de las personas viven en zonas rurales, ambos factores que deberían reducir el riesgo, dijo Jenny García, una demógrafa que estudia Latinoamérica en el Institut National d’Études Démographiques, en Francia.
Ese misterio se refleja en las consecuencias desiguales del brote alrededor del mundo, y deja preguntas que nadie ha sido capaz de responder. ¿Será que algunos lugares simplemente son afortunados? ¿O hay algunos factores locales que causan diferencias dramáticas?